
Revista Libertad (Perú), 24 de mayo, 2022
César Hildebrandt fue considerado el periodista político más culto y más destacado de la televisión peruana. Parecía traducir los intereses del pueblo por su enfrentamiento contra el poder, por sus críticas a un sector de la derecha. Se posicionó como el periodista contestatario y libre en la mente de la gente. Actualmente, es director de la revista “Hildebrandt en sus trece”. Respetado y admirado por sus lectores y también por el que escribe este artículo hasta hace poco. Daba la apariencia de practicar un periodismo alternativo, imparcial, objetivo y riguroso, cuyos puntos de vista eran tomados como verdades absolutas que generaban convicción. La gente no sospechaba de su alianza con un sector de la derecha.
Hildebrandt siempre manifestó ser de centroizquierda. Por ello, es preciso definir qué es el pensamiento de centroizquierda. La centroizquierda nació en el siglo XX y se asigna este término a las ideologías políticas cercanas al socialismo o a la socialdemocracia, y está en favor del Estado de bienestar. Constituye el modelo capitalista de desarrollo económico y social, que pone el acento en el carácter social (capitalismo con rostro humano o economía social de mercado). Defiende una economía mixta, en que predominan las empresas públicas más que las privadas. De manera que el Estado de bienestar comprende políticas sociales; mayores derechos laborales, etc.
Pero en el momento actual, en que el problema del cambio de modelo económico y social del Perú (incluidos el cambio de la Constitución y la instalación de la Asamblea constituyente) se pone a la orden del día, y Perú Libre inaugura el debate sobre el particular, es imprescindible analizar las etapas de los puntos de vista de Hildebrandt que han terminado por degenerar en sofismas, propios de un renegado, y ver cómo en la práctica abjura por completo de su ideología de centroizquierda que dice poseer, y se pone de espaldas al pueblo y del lado de la derecha neoliberal.

En el Perú, hemos tenido políticos y escritores como Víctor Raúl Haya de la Torre, Mario Vargas Llosa, con pensamiento socialista y democrático; pero también periodistas respetables como César Hildebrandt con ideas de centroizquierda. Aplaudieron la revolución cubana realizada por Fidel Castro en los 70. Haya tuvo una posición antiimperialista. El novelista peruano, simpatizó en los años 60 con el socialismo y el comunismo, y es que fue miembro del clandestino Partido Comunista del Perú denominado Cahuide, en esa década, cuyo camarada fue el ex guerrillero Héctor Béjar (consecuente con sus ideas de izquierda hasta ahora).
Haya de la Torre (en 1940) y Vargas Llosa (en 1980) terminaron claudicando o abjurando de la izquierda pasándose a la derecha y deviniendo pro imperialistas. Ambos abandonaron sus ideales e ideas de izquierda o nacionalistas, de libertad, de justicia social, “pan con libertad”, para convertirse en representantes de la derecha y serviles del Norte. Incluso el caudillo del APRA pidió que EEUU invadiera a la Isla a través del TIAR (como resultado de la doctrina Monroe de “América para los americanos”) que fue una propuesta suya, lo cual constituyó el acto más lacayuno con el imperio.
A partir de 1980, Vargas Llosa renegó de su ideología socialista y viró hacia posiciones liberales y, luego, mucho más conservadoras y reaccionarias. El novelista peruano, nacionalizado español, ha hecho apología del conservadurismo neoliberal de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y exaltado a los reyes de España. De manera que se pasó al neoliberalismo y terminó apoyando el bloqueo yanqui contra Cuba. Mientras EEUU difamaba a Fidel Castro calificándolo de dictador, el novelista peruano demostraba su más vergonzoso servilismo a EEUU lanzando el mismo calificativo de dictador contra Castro y su revolución. En cambio, fiel a sus principios, el novelista y premio nobel, Gabriel García Márquez, no rompió con sus sentimientos, ideas socialistas y antiimperialistas, y continuó apoyando al pueblo cubano y al gobierno socialista de Castro, condenando el bloqueo yanqui.
En el caso del periodista Hildebrandt, éste simpatizó con el gobierno nacionalista y revolucionario de Juan Velasco Alvarado hasta el año 1970. Exaltó la reforma agraria, la reforma industrial, la nacionalización de los recursos naturales como el petróleo. El propio Hildebrandt dice a este respecto: “Yo tenía 20 años en 1968, cuando ocurrió el golpe de Estado de Velasco, quien es joven y no es progresista es un viejo prematuro, tiene varices en el cerebro. Quien no quiere cambiar el mundo a los 20 años, entonces no está bien. Sí, yo simpaticé en muchos aspectos con el gobierno de Velasco, maldecido siempre por la derecha que nos ha hecho creer que fue el más inmundo y apestoso… Yo no me avergüenzo, de haber simpatizado, saben por qué, porque Vargas Llosa simpatizó, porque Alfredo Brice simpatizó con el gobierno militar, sí lo dijeron, porque el Comercio simpatizó…”

En efecto, Hildebrandt fue un intelectual de centroizquierda a los 20 años de edad. Ulteriormente, traicionó su ideología. No fue coherente con sus ideales progresistas de cambio y transformación, ha renegado de los actos liberales y democratizadores de Velasco (la reforma agraria, la nacionalización del petróleo, etc.). A partir de 1980, Hildebrandt rompió, en la práctica, con la centroizquierda y se convirtió al conservadurismo neoliberal (la derecha neoliberal), que implica el Programa de Ajuste estructural Neoliberal (PAEN), impuesto al Perú desde Washington, que llevó a los peruanos al despojo de sus empresas o más bien, la privatización extrema de las empresas públicas, y a la eliminación del Estado de bienestar: el fin del modelo de desarrollo social (las políticas sociales) y los derechos laborales, como demostraré a continuación.
Es curioso que tanto Hildebrandt como Vargas Llosa han disparado adjetivos de dictador también contra otros presidentes de América Latina como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, de Venezuela, Daniel Ortega de Nicaragua, Evo Morales de Bolivia, Néstor Kirchner de Argentina y Rafael Correa de Ecuador, entre otros, curiosamente cuando éstos han sido incómodos a los EEUU, y han tratado de formar la unidad latinoamericana antiimperialista con la que soñó Bolívar.
De su apostasía y conversión del periodista “contestatario” Hildebrandt a la derecha neoliberal, hay más pruebas. Vargas Llosa pasó de ser un escritor de novelas a ser un político. Como se recuerda, el autor de la novela “La Ciudad y los Perros”, participó en las elecciones de 1990 como candidato a la presidencia de la república del Perú, por el Frente Democrático (FREDEMO, un movimiento político de derecha neoliberal), una coalición del Movimiento Libertad, Acción popular (AP) y Partido Popular Cristiano (PPC). El centroizquierdista Hildebrandt apoyó entonces la campaña electoral del político neoliberal Vargas Llosa, cuyas ideas defendió rabiosamente y atacó a Fujimori quien, en ese entonces, aparentaba representar el cambio (cuando aún no era un fascista neoliberal).

¿Cuál era entonces el propósito del premio nobel peruano si llegaba a la presidencia? Imponernos el modelo neoliberal extranjero como lo hizo el dictador Fujimori. Durante la campaña, el propio Vargas Llosa anunció aplicar ese modelo para privatizar las empresas (o más bien, despojar a los peruanos de sus empresas públicas, para decirlo en términos del geógrafo David Harvey). “Con un pequeño equipo, en una oficina aparte, y con fondos del presupuesto de la campaña-escribe Vargas Llosa, en su libro El pez en el agua-, trabajó (el economista neoliberal Javier Silva Ruete, asesor de Vargas Llosa) a lo largo de un año, haciendo un escrutinio de las casi doscientas empresas públicas y diseñando un sistema y una secuencia para la privatización, que comenzaría el mismo 28 de julio de 1990. Javier (Silva Ruete) buscó asesoría en todos los países con experiencia en privatizaciones, como Gran Bretaña, Chile, España y varios otros, e hizo gestiones con el Fondo Monetario (Internacional), el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo” (Mario Vargas Llosa, El pez en el agua, p. 272 y 273. Editorial Seix Barral).
Mientras Javier Diez Canseco, que representaba a la izquierda peruana, luchaba políticamente contra el premio nobel neoliberal de la oligarquía internacional, en las elecciones de 1990, Hildebrandt combatía apasionadamente a la izquierda al lado de Vargas Llosa, defendiendo su posición conservadora o neoliberal. El propio Vargas Llosa confirma esta afirmación en su libro “El pez en el agua”: “… un senador de Izquierda Unida (Javier Diez Canseco), mostró en la televisión aquellas declaraciones (juradas), asegurando que los datos que allí figuraban eran dudosos…Afirmó que yo había subvaluado mi casa de Barranco para eludir el pago de impuestos” (Mario Vargas Llosa, “El pez en el agua”, p. 306. Editorial Seix Barral) … Luego agrega: “En un retiro de un par de días, en Chosica, tuve varias sesiones de entrenamiento, con periodistas amigos, como Alfonso Baella, Fernando Viaña y César Hildebrandt, quienes (sobre todo este último) resultaron más sólidos e incisivos que el combatiente al que me preparaba a enfrentar” (Mario Vargas Llosa, “El pez en el agua”, p. 518. Editorial Seix Barral).
Eso no es todo, además de su asesoramiento político al entonces candidato neoliberal Vargas Llosa, Hildebrandt puso su programa televisivo denominado “En persona”-conducido por él- al servicio de aquél. Ese programa fue convertido en el órgano de propaganda del derechista movimiento FREDEMO. Vargas Llosa asegura en “El pez en el agua”, que Hildebrandt y otros periodistas y medios de comunicación trabajaban para él. “Gracias a informaciones espontáneas que nos llegaban de distintas fuentes-confirma Vargas Llosa-, y averiguaciones hechas por la propia gente del Frente Democrático o por los periodistas y medios que apoyaban mi candidatura, como los diarios Expreso, El Comercio, Ojo, el canal 4, la revista Oiga y, sobre todo, el programa televisivo En persona, de César Hildebrandt, el misterio en torno al ingeniero Fujimori comenzaba a disiparse” (Mario Vargas Llosa, “El pez en el agua”, p. 509. Editorial Seix Barral). Es decir, Hildebrandt apoyó solícitamente la campaña multimillonaria del representante de la oligarquía internacional. Con su pretensión de objetividad, Hildebrandt, el periodista estrella de la televisión peruana, ha disimulado su papel de criado de la derecha y los conservadores neoliberales.

Fernando Ampuero, periodista y escritor peruano, que trabajó en el diario El Comercio, confirma en su libro “El enano”, que Hildebrandt – a quien le asignó el seudónimo de Hache en el libro- no sólo habría alquilado su pluma al neoliberal Vargas Llosa, sino a otros políticos, lo que incluso revelaría la ausencia de una posición ideológica e independencia política de Hildebrandt. “… (Hildebrandt) sacrificó su independencia política-escribe Ampuero en “El enano”- al subirse al carro, sucesivamente, de Juan Velasco Alvarado, Alfonso Barrantes y Mario Vargas Llosa, entre otros” (Fernando Ampuero, El enano. p. 33. Mosca azul editores. Primera edición-agosto 2001). ¿Eso no es prestar servicio a cualquier plutócrata, propio de un casarrecompensas?
Según escribe Ampuero, Hildebrandt aparenta una actitud crítica y contestaría en contra el sistema neoliberal, pero en la práctica, es un conservador, que tiene una conducta cuadrada y tradicional, y que es miembro activo del establishment, que sirve a los grupos de poder que constituyen los empresarios con hambre de poder y políticos que lo necesitaban. “… él (Hildebrandt) tenía empleados, dateros, empresarios con hambre de poder-continúa Ampuero-, políticos que necesitaban de sus favores y que, ora resignados, ora entusiastas, aceptaban llevar la misa en paz…” (Fernando Ampuero, El enano. p. 46. Mosca azul editores. Primera edición-agosto 2001). ¿No es esto una práctica de sicariato periodístico?
Ampuero asegura además que, en los ochenta, Hildebrandt dirigió la revista Visión, nombre de su programa televisivo de entonces, financiada por el APRA. “Con el auspicio de los apristas, reapareció dirigiendo un periódico tabloide- asegura Ampuero-, cuyo nombre era el mismo de su programa televisivo, Visión, el cual había tenido precaución de registrar” (Fernando Ampuero, El enano. p. 59. Mosca azul editores. Primera edición-agosto 2001). ¿Esto no fue prestar lacayunos servicios al aprismo corrupto?
Actualmente, en el nuevo escenario del nuevo milenio, en que hay una lucha encarnizada entre tres coaliciones. De las cuales, la primera y segunda coalición en pugna por el poder representan a la derecha neoliberal: la primera coalición está representada por los caviares (una pequeña burguesía que en las palabras se declara de izquierda, y en los hechos resulta ser de derecha, o más bien, pseudo izquierdista que gobierna con el programa neoliberal de la derecha en favor de ésta). La segunda coalición, representada por el fujimorismo y compañía. La tercera coalición está representada por la izquierda provinciana (Perú Libre) liderada por Vladimir Cerrón quien, al ser vetado por la derecha peruana de postular en las elecciones, puso como candidato en Perú Libre a Pedro Castillo, y le hizo ganar las elecciones sobre el fujimorismo, representado por Keiko Fujimori, la hija del dictador. Hildebrandt milita en la primera coalición caviar de la derecha y no lo ha disimulado mucho.

Eso explica la cabida que el intelectual contestatario, en su condición de director, ha dado en su revista-que lleva su nombre (“Hildebrandt en sus trece”) – a algunos dirigentes del oportunismo de izquierda a saber: los dirigentes del SEN del SUTEP que están subordinados a Patria Roja- que han traicionado a los maestros de ese sindicato al prestar sus servicios domésticos a los gobiernos de derecha de turno. También, ha dado cabida a políticos caviares como Pedro Francke, Ronald Gamarra, Verónica Mendoza, etc.
Eso explica también que, durante las elecciones entre la izquierda (Perú Libre) y la derecha (Fuerza Popular), en que la burguesía neoliberal perdía hegemonía, y el pueblo se radicalizaba en favor de la izquierda, el periodista estrella no tomó posición; fue tan indefinido que, al igual que su colega Gustavo Gorriti de IDL (muy servicial con a su financista George Soros), sembró la confusión entre los electores, haciendo campaña por el voto viciado. Hildebrandt, el agudo periodista, quien pese a declarase de centroizquierda, no se puso del lado del entonces candidato de izquierda Pedro Castillo, sino del caviarismo neoliberal de Verónica Mendoza.
El inteligentísimo Hildebrandt sabía en sus adentros que Castillo era el candidato del pueblo, de los excluidos que habían dejado de creer en la prensa, en las encuestas y en el modelo neoliberal. El candidato del lápiz (influido por Perú Libre) era la esperanza de cambio de un pueblo que había sido empobrecido por la derecha miserable y rematado por el Covid-19. No obstante, incluso sembraba el derrotismo en los electores vaticinando que el maestro rural perdería las elecciones (un mal vaticinador), lo que alegraba a la derecha.

En el nuevo escenario pos electoral, estamos en un momento decisivo de la lucha de clases política entre las fuerzas conservadores neoliberales y las fuerzas progresistas de izquierda, lideradas por Perú Libre, los gremios campesinos y demás organizaciones de excluidos y plebeyos. Perú Libre ha generado el surgimiento de un nuevo gobierno, fruto de una acción colectiva, en medio de ese Estado. como el de Castillo (que ya no gobierna sólo ni decide solo, sino un buró político influido por fuerzas progresistas y de izquierda, entre ellas la de Perú Libre), con un Estado aún conservador, un bloque decadente que preserva los mandos fundamentales de la economía y de la sociedad.
Esto tiene que resolverse tarde o temprano, o bien el viejo bloque de poder retoma el control del gobierno vía nuevas elecciones, vía referéndum, vía golpe de Estado en forma de vacancia, que sueña la derecha, lo que podría terminar en una convulsión social. O bien el nuevo gobierno irradia su fuerza social transformando la estructura del Estado, siempre y cuando que Castillo resuelva cambiar el modelo y vire a la izquierda optando por un nuevo modelo de desarrollo social, de nacionalización, y permita al pueblo (que pide a gritos cambio económico y social, que Castillo cumpla sus promesas) a que maneje el gobierno a través de los gremios, los sindicatos y su Partido Perú Libre. De lo contrario, el presidente podría terminar derrocado por las masas de campesinos, de excluidos, marginados y plebeyos, enfurecidas de la ciudad.
Este momento en que la derecha pide golpe de Estado, vacancia, renuncia de Castillo, ha ocurrido también en Bolivia contra Evo Morales. A este momento, Álvaro García Linera, el pensador boliviano (ex presidente y mano derecha de Morales) la ha denominado el punto de bifurcación. Estamos en medio del caos, del que surgirá el orden. O bien se restituye el viejo orden de poder o bien se consolida el nuevo orden de poder dirigido por el gobierno de Castillo, gracias a Perú Libre, los gremios y sindicatos: un nuevo modelo de desarrollo (esto ocurrirá si Castillo no se acobarda otra vez). A esta situación, el pensador boliviano la ha denominado el momento robesperiano de la revolución.

Pero esa consolidación del nuevo orden de poder, de transformación de la estructura del Estado: un nuevo modelo de desarrollo-como lo llama el pensador boliviano-sólo será posible si Castillo consigue ser un buen gestor de la economía como lo hizo Evo Morales en Bolivia. Si Castillo no logra controlar los monopolios y bajar los precios de los productos de primera necesidad como el gas, el azúcar, el arroz, la leche, si no apoya a los pauperizados, excluidos que votaron por él, con alguna ayuda -económica o en especie-, y si no mejora la educación, la salud, y si ni siquiera renegocia los recursos naturales: si no pone en marcha el programa de Perú Libre, caerá inevitablemente.
Si Castillo no cumple sus promesas y las últimas expectativas que ha generado en la gente y los gremios de campesinos, la derecha aprovechará esa debilidad y acelerará su caída. Pero al parecer, Castillo no se deja ayudar ni siquiera para sobrevivir políticamente, y es que, al cierre de este artículo, me enteré por Cerrón y Bellido en su twiter sobre el cambio de ministros de la PCM por parte del Presidente indefinido, sin la consulta a Perú Libre y los gremios.
Y Nicolás Lucar ya está contento, toda vez que él había estimulado esta situación, específicamente para el cambio del Ministro del MINEM con una pasante de eventos del Departamento de Estado de los EEUU a pedido de la CONFIEP-, lo que constituye un síntoma de un suicidio político, porque nuevamente Castillo debilita la unidad monolítica Castillo-Cerrón, y posiblemente se enfrente con los gremios mineros para favorecer a la Minera Las Bambas y vuelva a perder apoyo social.

Si bien es cierto que Castillo ha hecho los consejos descentralizados en las regiones, fue gracias a Perú Libre y por la presión de los gremios de campesinos. Se estuvo deteniendo al no cumplir con desparpajo sus promesas, y el pueblo lo ha empujado a cumplirlas a través de Perú Libre, y si retrocede- traicionando por segunda vez- lo va a devorar. No le queda otra opción al medroso presidente si quiere sobrevivir políticamente: debe cumplir sus promesas y mejorar la economía-si es posible cambiando al inepto ministro de economía neoliberal, que no va ni para atrás ni para adelante-, porque la gente ya no soportará más hambre y más ineptitud en el manejo económico, y, en consecuencia, ya no lo perdonará. No tiene otro camino que darle el poder al pueblo, de lo contrario podría terminar en la cárcel como un vulgar, aventurero, pícaro y traidor.
En este momento decisivo en que la izquierda sinceramente democrática ha necesitado del apoyo de Hildebrandt, éste se ha rehusado a apoyarla, y se ha mantenido en el viejo bloque decadente contra el nuevo bloque cerronista. En términos liberales, el periodista crítico se ha colocado en la parte derecha de los girondinos, y Cerrón en la parte izquierda de los jacobinos.
De su rompimiento con la centroizquierda hay más evidencias. Por lo visto, hace décadas, Hildebrandt había renunciado al cambio social; es un centroizquierdista de palabra, pero un conservador neoliberal de hecho. En la práctica, se ha declarado enemigo de la centroizquierda al atacar no sólo a Vladimir Cerrón, sino el programa económico y social de Perú Libre, que ha recogido incluso aspectos programáticos de esa centroizquierda –de la que alardea poseer el esclarecido periodista-que pone el acento en el carácter social, a saber: cambio de modelo económico neoliberal con otro modelo más democrático; “no más pobres en un país rico”, nueva Constitución; mayor presupuesto o gasto social para la salud y la educación en crisis para mejorar los servicios en estos sectores; una economía mixta: más empresas públicas que pasen por la nacionalización de recursos estratégicos: el petróleo, el gas, los recursos hidroenergéticos, la minería y las comunicaciones; también la nacionalización de las empresas en esos sectores, de cuyas utilidades, el 80% de los ingresos, sería para el Estado y el 20% para las empresas extranjeras, con el propósito de mejorar el desarrollo humano, etc.

El director del semanario “Hildebrandt en sus trece” forma, sin lugar a dudas, el coro mediático caviar de la derecha neoliberal que integra Rosa María Palacios, Augusto Álvarez Rodrich, Gustavo Mohme, Director de la República, incluso el de declarados medios de derecha como El Comercio, Perú 21, Correo, Wilax, canal 4, etc., en contra de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. A la campaña de satanización por parte de estos medios y sus periodistas, sobre todo, en contra Vladimir Cerrón, líder del movimiento político Perú Libre, se sumó Hildebrandt, curiosamente cuando el líder de Perú Libre le exigió a Castillo cumplir las promesas de campaña y realizar el programa de Perú Libre con el propósito de cambiar el modelo neoliberal a través de una nueva Constitución y Asamblea Constituyente. Y ahí tenemos al periodista independiente más eminente de la prensa peruana que ayer se levantó como un jacobino y hoy se despertó como un girondino, para utilizar las palabras de Gonzales Prada.
Hildebrandt y compañía se dedicó a separar al político de izquierda (Cerrón), de ideas de progreso y desarrollo, del gobierno de Castillo- y, en consecuencia, separar a éste del pueblo, (al no cumplir sus promesas), con el propósito de humalizarlo; de desterrar la influencia del líder de Perú Libre (un partido de izquierda democrática), de transformación económica y política, sobre el gobierno castillista. Así, Hildebrandt y su comparsa aseguraron el copamiento de los caviares conservadores (fujimoristas en lo económico), su influencia neoliberal, desviándolo del rumbo de cambio social por el que habían votado los excluidos, con el objetivo de mantener el modelo made in USA. “Si Castillo no toma distancia inmediata de esa vertiente (Vladimir Cerrón y demás demócratas de izquierda)-escribe Hildebrandt al unísono con la prensa de la derecha- querrá decir que ha optado por la confrontación y el suicidio del régimen…” (Revista Hildebrandt Nro.550). Estos sofismas que ha repetido nuestro respetabilísimo periodista ha resultado muy agradable a la derecha peruana para debilitar al gobierno de Castillo que, si no se zafaba del Partido, se hubiera conseguido ya -con el apoyo de Cerrón- aplicar una política de izquierda, un nuevo modelo de desarrollo. Los sofismas y embustes sobre Cerrón son pobres, miserables y bajos procedimientos a que ha recurrido el señor Hildebrandt. ¿No son comparables con los de un casarrecompensas?
¿Cuándo se ha visto en la historia que las decisiones políticas sólo las debe tomar el presidente? El Presidente no sólo pone en marcha sus propias ideas, sino también pone en práctica el programa del Partido (Perú Libre) que ha ganado las elecciones; las propuestas de un grupo de dirigentes más esclarecidos, entre ellos Vladimir Cerrón de Perú Libre, asesores, cuadros técnicos, en interés del pueblo. De lo contario, el gobierno de Castillo ya habría sido vacado hace rato y su gobierno sería mucho más desastroso que ahora para beneplácito de la derecha (lo cual ocurrió cuando Castillo, cual una veleta política, le hizo caso a la derecha de separarse de Perú Libre y de su líder).

¿Qué hubiera sido del gobierno de Evo Morales sin el intelectual orgánico Álvaro García Linera-socialista y ex guerrillero-, y que hubiera sido de él sin Morales y sin los demás cuadros del MAS? Un fracaso, un desastre. Eso no ha podido entender Castillo. Ahora todo tiene sentido: la derecha quiere que fracase el gobierno de Castillo, por eso, demoniza y odia a Cerrón quien incluso ha salvado del golpe al profesor, el ingrato sindicalista básico, sin formación ideológica ni política (que hasta ahora no aprende de la izquierda).
Luego de separar a Cerrón del Presidente, Hildebrandt y sus socios (los caviares) coparon casi todas las instituciones del Estado, y se destinaron a poner al gobierno de Castillo al borde del precipicio del golpe en la modalidad de vacancia, al evitar arteramente que ese gobierno planteara la figura constitucional de la cuestión de confianza para cerrar el Congreso obstruccionista, lo que favoreció a la ultraderecha fujimorista y compañía para limitar esa cuestión de confianza con el propósito de impedir el cierre del Congreso y preparar el golpe al gobierno de Castillo, por lo que éste ya no pudo hacer uso de ese derecho, y no le quedó más salida que reconciliar con Perú Libre y pactar con un sector de la derecha fujimorista y sus satélites para no ser vacado y seguir sobreviviendo.
Pero, si a Cerrón y al pueblo no les hubieran separado de Castillo, en ese entonces, ya se habría hecho uso del derecho de esa cuestión de confianza y, en consecuencia, se habría cerrado el Congreso. Para aislarlo a Cerrón de Castillo, Hildebrandt, el paradigma de la “honestidad” periodística, escribía entonces lo siguiente: “Vladimir Cerrón quiere cerrar el Congreso después de dos censuras de gabinete y aspira a que una nueva elección legislativa le dé una nueva y aplastante mayoría a Perú Libre. Sueña, divaga, delira el señor Cerrón…Quiere guillotinar Capetos que no existen… Lo que menos requerimos es un chiflado…” (Revista Hildebrandt Nro.550).

En honor a la verdad, no era ningún delirio ni chifladura que Cerrón propusiera cerrar el Congreso, porque el pueblo lo quería cerrar ya, y pedía a gritos que, para ese objetivo, el Presidente de la república aplicara la cuestión de confianza que es un mecanismo constitucional para disolver el Congreso, si éste le censuraba o negaba el voto de confianza a dos gabinetes. Y esta negativa de no aplicar esa cuestión de confianza permitió a la oposición naranja de limitar ilegalmente la referida cuestión, lo que llevó a Castillo al borde de la vacancia. Más claro que el agua. Hildebrandt ha llegado a la destreza en este arte de ser centroizquierdista de palabra a ser servicial con la burguesía oligárquica de hecho.
Eso no es todo. Hildebrandt-al igual que los turbios dueños de los medios de comunicación de la derecha-le dedicó hasta portadas a Cerrón, con las que lo demonizó. En una portada se puede leer este titular: “¡Cerrón manda!”; en otra: “El plan del portero al descubierto”. Hildebrandt ha descalificado el plan progresista, de izquierda y de justicia social de Perú Libre, el plan de cambio de modelo para revertir la pobreza, bajo el pretexto de que es un plan prehistórico y desfasado, importado de Cuba y la URSS de Stalin. “Apostar por el modelo cubano-escribe Hildebrandt- es apelar a la vejez de las ideas probadamente erradas y totalitarias. Cerrón y los suyos, aupados ahora al poder al margen del mandato popular, se inclinan por la prehistoria estalinista” (Revista Hildebrandt Nro.550).
De manera que Hildebrandt falsea los hechos asegurando que el pensamiento de Cerrón es trasnochado, que es estalinista, comunista, que el líder de Perú Libre implantará un sistema y modelo económico a imagen y semejanza de Cuba de los años 60, con un partido único comunista, con consejos obreros. Si bien es cierto que la ideología de Perú Libre es marxista y leninista, ella se ajusta a la realidad cambiante. Es algo así como la ideología del Partido Comunista de China, marxista, leninista y maoísta, pero, dialécticamente, su ideología no ha sido estática o dogmática, ha cambiado de acuerdo con realidad china y, en consecuencia, el PCCH ha adoptado una moderna economía capitalista y liberal, acorde a los nuevos tiempos, con algunos elementos del socialismo. Como constata J.C. Mariátegui, los países socialistas han demostrado en el mundo que han realizado los principios democráticos del liberalismo mucho mejor que los partidos liberales.

En ese sentido, el pensamiento de Cerrón constituye la izquierda moderna que corresponde al socialismo del siglo XXI, a esta izquierda que Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, la ha definido como la que realiza la inclusión, la justicia social, la igualdad de oportunidades, el desarrollo humano (acceso a la salud, la educación y el trabajo digno), entendiendo el desarrollo como la libertad de los excluidos (para decirlo en palabras del premio nobel en economía, el indú Amartya Sen). Las ideas de Cerrón se parecen a las de la izquierda moderna de Evo Morales, Rafael Correa, y el Programa de Perú Libre se asemeja en algunos puntos al programa del Movimiento al Socialismo (MAS), liderado por Morales. Etiquetarla de comunista de los años 60 es difamarla.
De ahí que la Asamblea Constituyente plurinacional que ha propuesto Cerrón, tiene un cierto parecido a la de Bolivia del año 2006 y no a la de Cuba ni a la de la URSS, de los años 30 y 60, y corresponde a una república parlamentaria del nuevo milenio, y no a una república soviética (de consejos de obreros), del pasado, como pretende engañar el ahora conservador Hildebrandt a los incautos lectores. La nacionalización del petróleo y el gas; la reforma agraria, que se propone realizar Perú Libre, tampoco es una medida desfasada, ni socialista ni comunista de los años 20, como asegura el director del semanario, sino más bien es una medida modernamente liberal y democrática. Para decirlo en términos del pensador peruano Aníbal Quijano, nacionalizar es democratizar la economía, es descolonizar y es devolverle la soberanía al Perú.
En esencia, toda idea o acción moderna y justa de Cerrón o de otros hombres de izquierda como Aduviri, Santos, que sinceramente tiendan a conseguir la libertad de los marginados, de los excluidos, de los explotados, los plebeyos, los proletarios, a través del cambio de modelo, es perseguida, calificada o difamada por Hildebrandt y compañía, de desfasada o trasnochada, de estalinista, de comunista, senderista y de bolchevique. Hildebrandt, el pequeñoburgués, ha envilecido no sólo a la izquierda moderna del siglo XXI, sino también al liberalismo keynesiano y aun al smithiano, agitando sibilinamente el pensamiento único neoliberal; precisa de todos los subterfugios, las argucias y las falsificaciones rufianescas para descalificar a la izquierda moderna y las ideas progresistas de cambio, por instrucciones de la derecha a la que sirve cual vasallo intelectual. Pero a Hildebrandt, sí le pareció justas y buenas la ideología y las propuestas neoliberales de Vargas Llosa y las de Paniagua. Incluso llegó a exaltar a Don Valentín como “el vitalicio Presidente de la República”.

Quien conozca las publicaciones de la revista “contestataria” “Hildebrandt en sus trece”-que, por cierto, ha bajado su demanda- observará en el acto que su director copia servilmente a Rosa María Palacios, Augusto Alvarez Rodrich, Gustavo Mohme, a los Miró Quesada; e incluso a los periódicos más extremos de la derecha: Expreso, El Comercio, Perú 21, y a Willax, donde conduce un programa de insultos el fujimorista Beto Ortiz. Y es que deforma los hechos hasta un punto caricaturesco en provecho de los prejuicios caviaristas y fujimoristas.
Mientras los periodistas de derecha y ultraderecha han hecho su parte terruqueando o senderizando el plan democrático (de cambio, de desarrollo y libertad de los postergados), de Perú Libre, el director del semanario que dice ser de centroizquierda, hace lo suyo estalinizando el plan cerronista, cubanizándolo y calificándolo de chavista. Incluso, es curioso que ha etiquetado al Partido Perú Libre con los mismos adjetivos que la derecha suele hacer: “comunista, marxista, leninista” (Hildebrandt en sus trece, Nro. 551).
Es decir, el muy riguroso Hildebrandt ha combatido su propia ideología (centroizquierda), atacando la izquierda de Cerrón, curiosamente cuando Perú Libre pretende cambiar el modelo neoliberal que Washington impuso en el Perú y que ha durado 30 años. Y curiosamente cuando el derechista Vargas Llosa también ha atacado a Castillo a cuyo gobierno acusa de ir camino a una situación comparable a la de Cuba y Venezuela. Claro está, nuestra luminaria en el periodismo “alternativo”, Hildebrandt, es un sicofante al servicio de la burguesía neoliberal y de los oportunistas de izquierda que son peores que los liberales demócratas sinceros.

Eso no es todo. En tanto los voceros de la derecha y ultraderecha atacaban al primer Consejo de Ministros de entonces, presidido por Guido Bellido e integrado por Víctor Mayta, Ciro Gálvez, Iber Maraví y Héctor Béjar, políticos de izquierda provincianos, Hildebrandt hacía lo mismo. “El nombramiento del gabinete, juramentado a hora patética-escribe Hildebrandt en la editorial del semanario que dirige-, no hace sino agravar la situación. Ver a Héctor Béjar en Torre Tagle es como si Martha Chávez se hubiese hecho cargo de la Coordinadora de los Derechos Humanos” (Revista Hildebrandt Nro.550). Estos adjetivos del “honorable” periodista de “centroizquierda” disparados contra los sinceros hombres de izquierda como Béjar, ha complacido a la élite limeña más reaccionaria y racista del Perú.
Cuando su aliado, el caviar Pedro Francke era Ministro de Economía y Finanzas, Hidebrandt hablaba bien de Castillo; era un rabioso antifujimorista, estaba contra el golpe o la vacancia fujimorista a Castillo. “Y ahora, claro-escribe Hildebrandt-, la derecha apuesta al golpe otra vez. Sus periódicos parecen la Orquesta sinfónica de Madrid en 1941…. Todos los días anuncian las alzas que sus campañas azuzan, las fugas de capitales que sus amigos banqueros organizan…” (Hildebrandt en sus trece, Nro. 552).
Recordemos que el esclarecido Hildebrandt festejó que Castillo destituyera al premier Guido Bellido y designara a su predilecta caviar Mirtha Vázquez en lugar de aquél. Pensaba que ya tenía todo el poder, todos los ministerios. Hildebrandt escribe emocionado a este respecto: “Se fue Guido Bellido… Y se fue también Iber Maraví, el fenatepo amigo del presidente Castillo. Se fue la provocación, entra el misterio. Se fue la locura, entra un relativo apaciguamiento” (Hildebrandt en sus trece, Nro.560). Creía que con él y su camarilla de oenegeros, Castillo seguiría el modelo neoliberal del vizcarrato, sin alterarlo, sin sobresaltos, donde se mantendrían sus privilegios, los banquetes opíparos, las pingues consultorías para los caviares, sin incomodar a la derecha, sin una nueva Constitución, sin Asamblea Constituyente, sin realizar las exigencias de los excluidos que fueron promesas de campaña.

Su alianza y su simpatía por el caviarismo es ostensible. Para Hildebrandt, no hay otra izquierda que la izquierda criolla de Francke y Mirtha Vázquez, una izquierda caviar (el oportunismo de izquierda) al servicio de la derecha. “No hay otra salida –escribe el director del semanario-que el realismo y la izquierda de los Francke y los Vásquez. Sí, lo que la derecha, con cada día más odio, llama el caviarismo” (Hildebrandt en sus trece, Nro.569). Obviamente, ha defendido con fervorosa pasión al Consejo de Ministros presidido por la caviar Mirtha Vázquez (a quien no la ha tocado ni con un pétalo de una rosa), de corte neoliberal, integrado por políticos caviares como Pedro Francke, Oscar Maurtua, Anaí Durand, a quienes tampoco ha criticado.
Sin embargo, a Hildebrandt al igual que a la derecha y ultraderecha, no sólo le ha incomodado Cerrón y Castillo, sino que también ministros de provincias en la PCM que no sean del agrado de los grupos de poder y el Banco Mundial. Mas no le irrita ministros salidos de la PUCP, y que hayan estudiado en las universidades del Norte, vinculados al FMI, el BM y a grandes empresas, aunque sean sólo bachilleres en Educación y Economía. Eso explica su contribución con sus críticas a la censura a Ministros de provincia como Carlos Gallardo, Ministro de Educación (a pesar de ser un destacado docente universitario, salido de la Universidad La Cantuta); a Luis Barranzuela que no duró ni un mes, sólo por ser una propuesta de Bermejo. Juan Silva, Ministro de Trasportes, natural de Chota (Hildebrandt en sus trece, Nro. 564). Tampoco escapó a su crítica ácida algunos caviares disidentes como Roberto Sánchez, Ministro de Turismo y Comercio Exterior.
Pero, al parecer, Castillo no obedeció a pie juntillas a Hildebrandt ni a su camarilla de caviares conservadores, no cedió al chantaje de Mirtha Vázquez de renunciar si Castillo no destituía a Walter Ayala, Ministro de Defensa. Los caviares querían controlar todos los ministerios, entre ellos el Ejército, y Ayala se oponía a esa pretensión. Avelino Guillén fue tan fiel a Vásquez que renunció.
Desde entonces, los ataques de Hildebrandt y comparsa mediática no sólo fueron disparados contra Cerrón, sino también contra Castillo, que fueron escalando tanto que el director del semanario Hildebrandt se convirtió en el altoparlante de los medios concentrados rebotando en su semanario el mismo libreto que compartía Palacios, Ortiz, Álvarez, Cueva, etc. sobre las declaraciones de la lobista Karelin López respecto de supuestos actos de corrupción en los que estaría implicado el Presidente (Hildebrandt en sus trece, Nro. 568).

En este primer tramo de sus críticas al gobierno de provincianos todavía no estaba en favor de la vacancia con que sueña la ultraderecha, pero poco a poco terminó por unirse a ésta, tanto que la revista Hildebrandt en sus trece se convirtió en propagandista de vedetes prosopopéyicas al publicitar al impresentable aprista Jorge del Castillo quien fue entrevistado por Rebeca Diz, y al darle publicidad al pseudo periodista forajido de Wilax, el fujimorista rabioso Beto Ortiz, denunciado de violar niños.
Al borde del precipicio del golpe de Estado en la modalidad de vacancia, que ejecutaba la ultraderecha en contubernio soterrado con los caviares, Castillo se dio cuenta de que había sido traicionado por los éstos, de que había tomado el camino equivocado, y recién decidió conciliar con Vladimir Cerrón, Secretario general de Perú Libre, y luego resolvió cambiar todo el Consejo de Ministros, limpiándolo de los caviares. Mirtha Vásquez fue reemplazada por el abogado Héctor Valer, natural de Abancay, pero sólo duró ocho días en el premierato, porque era el recomendado de Bermejo y no el recomendado de los caviares ni de los ultrafujimoristas y compañía.
Por ello, hubo un acuerdo partidario entre Castillo, Cerrón y Torres, entre otros, para que Anibal Torres fuera el nuevo Premier. Desde entonces Hildebrandt en consonancia con los fachos fujimoristas no sólo alentó abiertamente la censura de los ministros de la PCM, sino que- como los ultrafujimoristas y compañía- exigió que el presidente de la república renunciara a su cargo (Hildebrandt en sus trece, Nro. 572). De aquí para adelante se llevó a cabo un enjambre de ataques fujimoristas y caviaristas contra la designación de Hernán Condori como Ministro de Salud sólo por ser la propuesta de Perú Libre. Y Hildebrandt hizo eco de ello, le dedicó a Cerrón este titular de su portada, un refrito: “Triunfo del chantaje”. Luego repite lo que la ultraderecha y los caviares -ahora unidos- desean: que renuncie Castillo. Ha reproducido lo que pretenden los golpistas fujimontesinistas con Bruno Pacheco a quien desean comprarlo para que, según estos extremistas, pueda proporcionarles pruebas sobre la supuesta corrupción de Castillo, con el objetivo de justificar un golpe parlamentario.
Aquí es donde se hace patente la total ruptura de Hildebrandt con la democracia. Esto es, de hecho, pasarse al lado del fascismo fujimorista, que se halla dispuesto a alentar a las camisas naranjas del fujimorismo que son como las camisas pardas del neonazismo, en contra de los excluidos, de los campesinos y los plebeyos.

Hildebrandt, el “muy respetado” y “muy demócrata periodista”, termina aliándose con los golpistas fujimoristas al conciliar con éstos. Propuso sin rubor la liberación del dictador Alberto Fujimori. En uno de sus acostumbrados comentarios por la red social, Hildebrandt dice a este respecto: “Si me preguntaran si Fujimori debe morirse en la cárcel … a la edad que tiene y con los males, yo diría- haciendo uso de la compasión- que se muera en su casa, que pase los últimos días en su casa, sus últimos años en su casa”. Este acto revela la hipocresía del “admirado” periodista: un demócrata de palabra que, en los hechos, termina degenerando en el vocero del más histérico neonazismo fujimorista, de las camisas naranjas (grupos neonazis fujimoristas como La Resistencia, que realizan marchas pagadas por la vacancia de Castillo) que se igualan con las terroríficas camisas pardas de Hitler. Eso explica la entrevista propagandística al militar fujimontesinista Roberto Chiabra cuyo titular publicitario de la portada es éste: “Chiabra quiere ser presidente” (Hildebrandt en sus trece, Nro. 579).
Como escribe J.C. Mariátegui, asustada por las chances de la revolución, la burguesía arma, abastece y estimula solícitamente al fascismo, y lo empuja a la persecución de la izquierda y la destrucción de todas las organizaciones democráticas (sindicatos y gremios). En el Perú, el fascismo es el neonazismo. Es esa casi numerosa milicia fujimontesinista de camisas naranjas compuesto por grupos como La Resistencia que pretenden ser más fuertes que el Estado mismo. Está armado, abastecido y estimulado por la derecha corrupta (empresarios especuladores que no quieren perder sus privilegios escandalosos, que no pagan sus impuestos), asustada por la posibilidad de un cambio social llevado a cabo por la izquierda cerronista.
Temerosa de un cambio de Constitución para un nuevo modelo económico, los grupos de poder abastecen, arman y estimulan el neonazismo fujimorista. Y estas camisas naranjas compuesto por ex militares como José Luis Gil, ex miembro del GEIN, y ex soldados del ejército como algunos miembros de “Chavin de Huantar” (falsos héroes), ya azuzan a las fuerzas armadas y militares al golpe de Estado.
De manera que, debido a que los caviares y los ultras fracasaron en su intento de azuzar al Congreso para vacar al presidente y naufragaron en levantar a la gente para provocar una insurgencia con el propósito de derrocar al gobierno democrático de Castillo, aquellos se han visto obligados a tocar las puertas de los cuarteles. El propio Hildebrandt ha degenerado en un vulgar golpista de derecha. “Pero el desenlace será un golpe militar del siglo pasado-escribe con cinismo Hildebrandt-, de noche y con orugas, si Castillo sigue aferrándose al poder que no ha podido gestionar decentemente y si los congresistas se empeñan en mantener ese balance de horror en el que pretenden andar al país” (Hildebrandt en sus trece, Nro. 581).
Y luego señala en otro número de su semanario que “lo que puede venir es Pinochet”, como si ya supiera el contubernio cívico-militar para el golpe de estado contra Castillo. Hildebrandt desea un Pinochet peruano para salvar el modelo. Ha terminado siendo un histérico fachista de derecha. Cambia de pelaje cuando le conviene, un fariseo de la democracia.

Y vuelve a la carga contra Cerrón adjudicándole un poder absoluto (Hildebrandt en sus trece, Nro. 583). Cree que con intrigas y mentiras lo va separar de Castillo como lo había hecho anteriormente, pero eso ya no funcionaría, es un refrito. No hay duda de que, en las palabras, Hildebrandt es un liberal demócrata, un defensor de la nueva Constitución, de la Asamblea Constituyente; en los hechos, un conservador monarquista, enemigo de la auténtica Constitución, la república, la izquierda y el liberalismo democrático.
El periodista estrella insiste, otra vez, en su editorial, hasta el hartazgo que Cerrón ha de implantar una dictadura a la cubana, a lo Stalin, que sus ideas son trasnochadas de los comunistas de los años 30. Sólo un aliado de la derecha puede falsear tanto los hechos, con el propósito de dar al lector la impresión de que el programa político y económico de Perú Libre sobre la nacionalización del petróleo, el gas, una nueva Constitución para un nuevo modelo más humano, y una salud universal, una reforma agraria, corresponden a un Estado estalinista de los años 30. Una mentira tan perversa sólo podría decirla un intelectual favorecido por la derecha.
La conciliación y la unidad de Cerrón y Castillo ha continuado condenado por Hildebrandt y comparsa: “La izquierda ha tenido el infortunio de que Pedro Castillo y Vladimir Cerrón aparezcan como sus representantes. Este par de pícaros no pueden ser los herederos de (J.C) Mariátegui” (Hildebrandt en sus trece, Nro. 586). ¿No es más bien que la izquierda ha tenido el infortunio de disponer como sus presentantes a unos pícaros caviares, oportunistas de izquierda (de los cuales el brillante periodista ha sido su vocero), que, por décadas, se han irrogado la falsa representación y que han traicionado a los sindicatos y al pueblo, al cumplir una función de vasallaje al servicio de la derecha?
En el Perú no se ha realizado siquiera una reforma liberal. El liberalismo ha degenerado en conservadurismo neoliberal, y esta clase “liberal” criolla no está interesada en cambiar el modelo ni en hacer esa reforma ni mucho menos una revolución liberal. Está demostrado que sólo la izquierda es la garantía para realizar esa revolución liberal en el Perú: la gran transformación que claman los pueblos hace 200 años.

¿Por qué Hildebrandt y la derecha temen a Cerrón?, Porque ¿es el intelectual orgánico más sincero y mucho más inteligente de la izquierda peruana, que puede posibilitar esa transformación, esa reforma liberal: el cambio de modelo con una nueva Constitución, que puede poner en peligro los privilegios de los ricachos y conseguir las libertades para los excluidos? Esta sería la razón de las diatribas de la derecha y sus serviles contra Perú Libre.
Los disparos de adjetivos e insultos contra la izquierda democrática de Cerrón y el gobierno no serían gratuitos, serían trabajos pagados por la mafia fujimontesinista y compañía, ejecutados por periodistas francotiradores como Beto Ortiz, Rosa María Palacios, Augusto Álvarez, Roxana Cueva, comparables con los mercenarios, a los que se ha sumado Hildebrandt, “el esclarecido y admirado periodista”. Hildebrandt repite su papel del escenario de los 80 y 90, en que apoyó al derechista neoliberal Vargas Llosa. En el actual escenario del nuevo milenio, cumple la misma función de un solícito servidor de la derecha neoliberal caviarista e incluso de la fujimorista.
¿Casi en el ocaso de su vida, Hildebrandt ha sacrificado su buena reputación de un periodista demócrata, objetivo, riguroso y plural, por una canonjía? Hildebrandt y su pacto con la derecha, por no decir con el demonio, ¿no cumple la función de un sicario de la pluma que ha terminado vendiendo su alma a la derecha (o al diablo) más extrema sirviendo al neonazismo fujimorista?