
Revista Libertad, martes 22 de marzo, 2022 (Perú)
La mayoría de peruanos no han tenido voz ni organizaciones sociales ni partidos. Continúan solos como perros abandonados a su suerte: sin libertades, sin derechos ni protección. Parecía resignada a sus cadenas. De repente, llegó la pandemia (Covid-19) y la ha empobrecido aún más, porque estaba prohibida de trabajar debido al confinamiento forzoso por parte del régimen neoliberal de Vizcarra durante más de un año.
Además, ese régimen había matado a la gente por omisión al no mejorar los sistemas de salud, al no comprar oportunamente las pruebas para detectar el covid-19 y las vacunas. Esta situación dramática y trágica se agravaba por la corrupción en la compra sobrevalorada de materiales biomédicos para el personal de primera línea (mascarillas, guantes, etc.), la compra irregular de ventiladores (en algunos casos malogrados) y el tráfico de vacunas contra el covid-19 como el caso vacunagate. Los dueños de las clínicas depredadoras y las boticas se hicieron millonarios subiendo el precio de sus servicios y sus medicamentos.
Por ello, el Perú ocupa en América Latina y el mundo el vergonzoso primer lugar en muertos por la pandemia con más de 200 mil muertos.
Eso no es todo, el gobierno saqueó las arcas del Estado repartiendo entre sus amigotes (bancos, grandes empresas, estudios de abogados y hasta burdeles) 60 mil millones de soles (dineros de todos los peruanos), bajo el cobertizo del programa denominado “Reactiva Perú”.
Esa situación causó indignación y resentimiento en los peruanos con los gobiernos neoliberales. De pronto, llegó también las elecciones, y la gente empobrecida se vengó del sistema perverso rebelándose en las urnas al votar con rabia por Pedro Castillo, un maestro rural. Era un voto contra el modelo neoliberal, un voto por el cambio del sistema de salud, contra la corrupción y por el derecho al trabajo.
Los excluidos, desposeídos por el modelo- y de remate empobrecidos aún peor por el covid-19 que causó la muerte de sus familiares en contubernio con el ensañamiento del gobierno-, sentían que Pedro Castillo es de su raza, de su cultura, que es sangre de su sangre. Intuían que Castillo representaba sus intereses, y creían que, al fin, el profesor rural realizaría sus reivindicaciones populares (satisfaría sus demandas inscritas en el programa del Partido), y los liberaría de sus verdugos.
De ahí que los de abajo, incluido no sólo los proletarios sino también los campesinos- sobre todo en las regiones postergadas por el centralismo limeño-, simpatizaron con las propuestas de Perú Libre que representaba el ideal de libertad y el sentimiento indignado de los pobres contra el sistema que se había ensañado hasta matarlos. Esas propuestas (o promesas) eran lo siguiente: cambio de modelo económico neoliberal con otro modelo más democrático; “no más pobres en un país rico”, nueva Constitución; mayor presupuesto para la salud y la educación en crisis para mejorar los servicios en estos sectores. En cuanto a los recursos naturales, la propuesta ha sido la nacionalización del petróleo, el gas, los recursos hidroenergéticos, de las comunicaciones y la minería; también la nacionalización de las empresas en esos sectores, de cuyas utilidades, el 80% de los ingresos sería para el Estado y el 20% para las empresas extranjeras.
Durante las elecciones, la derecha ya estaba preocupada hasta la desesperación porque sabía que la mayoría de excluidos estaba muy irritada y resentida con el régimen neoliberal por demás cruel (porque los sistemas de salud no funcionaban; el gobierno indolente de Vizcarra dejaba morir a la gente en los hospitales, además de robarles). Esa derecha estaba enterada de que la gente indignada votaría por Perú Libre al que la ha calificado de radical.
Por tanto, ella constataba que perdería el poder, debido a que Perú Libre ganaría las elecciones. El titular principal de la portada del diario El Comercio, de la derecha, confirma esta tesis: “La gente está más irritada y dispuesta a votar por los radicales” (El Comercio, domingo 7 de marzo, 2021. Año 181-Nro 91084). En la página interior del diario, en una entrevista, Alfredo Torres, Presidente ejecutivo de Ipsos Perú, dice a ese respecto: “Creo que una consecuencia (de la pandemia) ha sido que demoró el inicio de la campaña-dice Torres- porque estábamos todos pendientes de cuidarnos del virus. Y la segunda consecuencia es que la gente está mucho más irritada, ha perdido o reducido sus ingresos, el confinamiento produce soledad, y esto hace que la gente esté más dispuesta a votar por posturas radicales”.
Pero tanto era el descontento de los excluidos que no sólo habían dejado de creer en los gobiernos de derecha y optado por los de izquierda -como consecuencia de la pandemia y el modelo neoliberal-, sino que dejaron de creer también en la gran prensa (El Comercio, Perú 21, canal 4, etc.) cuyo engaño había sostenido a la derecha en el poder durante muchas décadas. Y es que ella les decía a los pobres que el modelo era muy bueno, que su sistema de salud estaba bien y que el gobierno de Vizcarra era formidable; pero la pandemia los desnudó, y los despojados comprobaron que todo eso ha sido una monumental mentira.
Todo esto marcó el inicio de la pérdida de hegemonía mediática de la derecha. Y es que, además, durante la pandemia las redes sociales habían desplazado a esa gran prensa neoliberal que empezó a sufrir de gigantismo. “El confinamiento-confirma el Presidente ejecutivo de Ipsos- también ha acelerado el crecimiento de las redes sociales”.
Los pobres no creían tampoco en las encuestadoras (Ipsos, Datum); éstas ya no podían manipular o engañar más a los votantes en el sentido de que Lescano y Forsyth estaban en el primer lugar de sus encuestas y que Castillo, en el último.
Eso explica la sucia campaña publicitaria terrorista (la propaganda hitleriana) contra Castillo, por parte de esos medios de comunicación limeños, alquilados por Keiko Fujimori, incluido los paneles vergonzosos con la inscripción: “No al comunismo” que generó miedo en la población para con Perú Libre. Pero esto no pudo modificar el sentimiento colectivo de preferencia por el partido de izquierda.
Parecía que nos encaminábamos a una suerte de situación revolucionaria, es decir, habrían estado madurando condiciones objetivas (pobreza) y ciertas condiciones subjetivas (vaga conciencia de clase social generada por el Partido Perú Libre a través de las redes sociales), para decirlo en términos marxistas. La sociedad entonces estaba polarizada con intereses encontrados. Había una especie de lucha de clases política embrionaria entre los excluidos (los pobres) y los incluidos (conservadores neoliberales fujimoristas a saber: lúmpenes fujimoristas; las clases ricas y medias).
A través de sus escuelas políticas, por las redes sociales, Perú libre infundía en sus militantes y los electores excluidos una cierta conciencia de clase (su programa de cambio e ideales de libertad, que representaba los intereses y los objetivos de aquéllos). Esas condiciones de pobreza y esa ideología de izquierda agitaron a los muchos a luchar al lado de Castillo contra sus verdugos (la élite limeña de taras gamonalistas). Ese programa de cambio y de libertad ha sido catalogado de comunista y chavista por el conservadurismo opositor de Fuerza Popular como en la época de las haciendas donde los conservadores – que representaban los intereses de los hacendados- etiquetaban de comunistas incluso a los liberales que planteaban el cambio y la liberación de los indígenas explotados por el gamonal. Los oprimidos (empobrecidas por el modelo y rematadas por el covid-19) luchaban por la causa de su liberad. En cambio, la lucha de la derecha era contra esa causa.
Esa llama, ese fuego, ese proyecto social, ese ideal de progreso, ese sueño de libertad (y es que, en el Perú, no hay desarrollo y, por consiguiente, no hay libertad, para decirlo en términos del premio Nóbel Amartya Sen), que había infundido Perú Libre a los pobres, agitó a éstos organizarse en ese partido y movilizarse en las calles para defender esa causa de libertad. Para defender sus votos y evitar el fraude fujimorista, se convirtieron en personeros voluntarios en los locales de votación e hicieron plantones en la puerta del JNE en Lima y las regiones del Perú.
Los oprimidos hacían un trabajo político en comandita casi místico en sus regiones y zonas rurales (profesores, campesinos y pueblo en general que elaboraban lápices de cartón); otros, venidos de distintas regiones, permanecían en las calles de Lima protestando contra el fujimorismo y durmiendo en ellas en carpas, haciendo ollas comunes. Se enfrentaban a las huestes de la derecha a saber: los bajos fondos de la sociedad que constituyen elementos lúmpenes de las bandas fujimoristas como La Resistencia; desadaptados sociales como las barras bravas, etc.; funcionarios y militares fujimoristas corruptos en desgracia a los que representa keiko Fujimori quien defiende el modelo neoliberal y, por tanto, los intereses privados.
Eduardo Gonzales, Director del Programa Verdad y Memoria en el Centro Internacional por la Justicia Transicional (ICTJ) y profesor adjunto en Brooklyn College, Cuny, en una entrevista con Glatzer Tuesta, en el programa No hay derecho, confirma mi hipótesis. “Había polarización antes de la toma del gobierno-dice Gonzales -, con familias divididas, con peleas de todo tipo, con gente en la calle, en los dos bandos, con algunos conatos de violencia”.
Pero en el nuevo escenario, luego de las elecciones y el triunfo de Castillo, éste cometió el error de apagar esa llama libertaria de los excluidos desviándolos de sus objetivos a pedido de los caviares y la ultraderecha. Eso explica el desencanto de los excluidos con el profesor rural. A pesar de que Cerrón le pedía a Castillo cumpliera sus promesas, aquél no sólo no tuvo el propósito de cumplirlas ni en lo más mínimo, sino que además abandonó la posición ideológica de izquierda del Partido, también por instrucciones de los caviares y la derecha.
En tal sentido, los excluidos dejaron de apoyarlo e identificarse con su gobierno y su nuevo plan derechista que era distinto del que había proclamado en las elecciones, y que, por tanto, no era suyo. “¿Ahora podemos decir-dice Gonzales- que hay algo parecido (la polarización de la sociedad) en las elecciones? La verdad es que no. Yo creo más bien que se han desinflado los dos polos… No veo en ningún espacio lo que había hasta el día 27 de julio”. Lejos de realizar esas promesas (o las demandas del pueblo), se puso a complacer a la ultra derecha y los caviares. Castillo cometió el error de no seguir movilizando a la gente en las calles. Rechazó las escuelas políticas de Perú Libre que inspiraba una nueva conciencia y se puso a infundir la ideología de la derecha.
Alejarse de Perú Libre, de sus dirigentes más leales (como Vladimir Cerrón) de sus bases y del pueblo que votó por él, y rodearse sólo de elementos derechistas y caviares (que terminaron por traicionarlo), complaciendo a la prensa concentrada, fue un grave error. No dar la batalla en defensa de sus ministros utilizando la figura constitucional de la cuestión de confianza- por la que, si en dos oportunidades no le daban la confianza, Castillo ya habría cerrado el Congreso hace tiempo-, fue otro craso error. Antes bien, complació ingenuamente a la oposición derechista en separar a sus ministros del Consejo de Ministros, lo que lo ubicó en una situación vulnerable. Finalmente, el Presidente Castillo ha engendrado dudas en la gente respecto de la lucha contra la corrupción y escepticismo de su honestidad.
Esta situación lo ha llevado al borde del golpe de Estado parlamentario en la modalidad de vacancia por parte de la derecha peruana (representada por el fujimorismo fascista y compañía) que ha querido hacer algo así como hizo la derecha paraguaya que dio el golpe parlamentario a Fernando Lugo -a quien lo sacaron del gobierno con un juicio político ni siquiera por corrupción-; como hizo la derecha brasileña que le dio también el golpe parlamentario a Dilma Rousseff, también con juicio político que tampoco fue por razones de corrupción.
Esta amenaza de vacancia obligó a Castillo reconciliar con Vladimir Cerrón, Secretario General de Perú Libre. Este Partido le ha dado otra oportunidad a Castillo y, al parecer, le está corrigiendo la línea. Le ha vuelto a decir que debe volver a apoyarse en el pueblo; pero el profesor sabe que no será fácil hacerlo en la media en que los excluidos se han resentido y vuelto huraños con él.
Los fujimoristas y compinches vuelven a la ofensiva, y en este elenco golpista se incorporaron los caviares tapándose la nariz. Y es que están convencidos de que solos no podrían derrocar a Castillo. Necesitan unirse en un frente común de fachos y “demócratas”. Ya no hay duda de que los fujimoristas (y compañía) y los caviares se han juntado esencialmente para el golpe a través de la vacancia o el juicio político, porque ambos defienden el modelo neoliberal yanqui.
En ese sentido, la derecha neoliberal nacional e internacional tiene sus representantes a saber: los impostores de la izquierda (los caviares neoliberales) y los ultraderechistas (los fujimoristas y compañía). Si bien están en pugna, no quieren ni el más mínimo cambio del modelo, y presionan a Castillo que continúe realizando ese modelo impuesto por Washington a través de sus organismos internaciones como el FMI y BM. Le exigen que siga satisfaciendo sus exigencias que constituyen sus privilegios, sus canonjías y los de los grupos fácticos nacionales e internacionales, menos los derechos y libertades de los muchos.
Ambos grupos de derecha están organizados en sus movimientos políticos apócrifos y sus ONG, que disponen de su “gran prensa”, cuyas camarillas agitan a las masas para movilizarlas en las calles con el objeto de que Castillo no se desvíe del statu quo neoliberal, sino que continúe rindiendo culto al modelo estadounidense. Ninguno de esos bandos quiere que Castillo realice las demandas, los derechos y las libertades del pueblo.
La narrativa de ambos bandos de la derecha para el golpe es ésta: “Castillo es un corrupto e inepto”. Y es que para los caviares y los fujimoristas las razones de la vacancia no es la corrupción (ésta es sólo un pretexto), sino que es, más bien, la negativa del gobierno de designar en el aparato estatal a un funcionario caviar o fujimorista neoliberal, aunque fuere inepto, con tal de asegurar el modelo de EEUU y sus privilegios.
Eso explica el coro caviar-fujimorista del que forman parte periodistas como Rodrich, Palacios, Hildebrandt, que junto a los periodistas ultrafujimoristas como Beto Ortiz, Milagros Leiva, piden la vacancia o la renuncia (golpe parlamentario). Incluso, el “respetado” periodista César Hildebrandt, ahora vocero de los caviares (a quien se le consideraba un periodista crítico y antifujimorista), no sólo ha planteado- como los fujimoristas- que Castillo renuncie o sea vacado, sino que ha pedido que el gobierno libere de la cárcel al dictador Alberto Fujimori, el genocida más grande de la historia. Ahora, Hildebrandt sería el topo no sólo de la derecha sino también de la ultraderecha.
En uno de sus acostumbrados comentarios por la red social, Hildebrandt dice a este respecto: “Si me preguntaran si Fujimori debe morirse en la cárcel … a la edad que tiene y con los males, yo diría- haciendo uso de la compasión- que se muera en su casa, que pase los últimos días en su casa, sus últimos años en su casa”. Hasta hace poco, Hildebrandt no pensaba así. Ha abandonado su actitud “democrática” para pasarse a las filas del fujimorismo acaso por una granjería. Esa es la hipocresía de los “demócratas” por supuestas prebendas como Hildebrandt y Vargas Llosa, entre otros servidores de la derecha, que terminan convirtiéndose en fachistas enconados. Son “demócratas” hoy y teatrales, mañana. Dejarán de ser personajes del elenco golpista cuando ya no les convenga, cuando supuestamente ya no les dará beneficios económicos. Son los fariseos de la democracia.
Lo mismo se puede decir de Augusto Álvarez Rodrich quien, además de pedir que Castillo renuncie o sea vacado, coincide con Hildebrandt en que haya una reconciliación entre los fujimoristas y las víctimas de la violencia, aun cuando éstas no hayan alcanzado justicia. Y plantea sin pudor alguno que delitos de crímenes de lesa humanidad cometidos por el dictador deben ser perdonados; que las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos ya no alcancen justicia. Justifica el fallo criminal del TC del indulto al dictador. Álvarez Rodrich incluso llega a plantear- como Hildebrandt- que el “pobre ancianito” Fujimori debe morir en su casa. “Es una decisión jurídica cuestionable-escribe Alvarez Rodrich-, pero el TC es la máxima instancia nacional y su fallo debe ser aceptado…existen las condiciones para que Fujimori salga de la cárcel de la Diroes y se vaya a su casa a pasar ahí lo que le quede de vida…” (Fuente: Diario La República, de fecha viernes 18 de marzo de 2022, pág. 09. Año 41. Nro. 14,682).
Estos cambios de posiciones de Hildebrandt y Rodrich, entre otros caviares, los pintan de cuerpo entero como intelectuales inmorales, psedo periodistas, claudicantes y falsos demócratas. Cuando concilian con los violadores a los derechos humanos, estos derechos ya no son importantes ni defendibles. Ayer se presentaban como demócratas antifujimoristas, ahora se muestran como fachos rabiosos filo fujimoristas por conveniencia.
Sin embargo, mi teoría es que esa unidad caviar-fujimorista para el golpe parlamentario se ha debilitado por ahora, en la medida en que una parte de los propios fujimoristas y compañía (Montoya, Aguinaga, Wong y otros) terminaron por apoyar al gobierno de Castillo al votar en el Congreso en favor del cuestionado Ministro de Salud, Hernán Condori-detestado por los caviares-, con la que lo salvaron de la censura. Tanto congresistas de Juntos por el Perú de Verónica Mendoza como los del Partido Morado como Flor Pablo y los de Podemos, que, para vacar a Castillo, habían conspirado junto con los fujimoristas, casi enloquecen. Incluso tanto era la cólera del congresista Carlos Anderson que renunció a Podemos de los Luna Gálvez.
Y es que el fujimorismo y compañía, temían que Castillo cerrara el Congreso y perdieran sus canonjías, su vida muelle y sensual. Además, ya habían recibido favores de la bancada oficialista como la Ley universitaria con la que se debilitaría la SUNEDU, lo cual favorecía a los Luna y los Acuña; luego, los votos en contra de la ley de la colaboración eficaz, la que favorece a Keiko Fujimori, Castillo, entre otros. Además, ya se sabía de antemano que el Tribunal Constitucional pondría en libertad a Alberto Fujimori, padre de Keiko. Así, las exigencias de Keiko y compañía había sido satisfechas por Castillo. Entonces, para los fujimoristas y compañía ya no tenía caso vacarlo, ya no tenía caso pelearse. Castillo ha ido acumulando fuerzas para salvarse de la vacancia. De modo que no les convenía el cierre del Congreso ni ponerse del lado de los caviares poruqe corrían peligro de ser traicionados.
Pero Castillo y partidarios no pueden subestimar al fachismo fujimorista ni al caviarismo; no deben confiar en el apoyo de aquella facción ultra derechista, pues, al parecer, Keiko Fujimori no se contentará con las concesiones dadas por Castillo. Ella podría ir por la vacancia a éste.
El indulto iregular a Fujimori por un TC fujimorizado o espúreo atiza la polarización social. Vuelve a generar una tensión nerviosa en la población en contra del fujimorismo. Este escenario es una oportunidad para los excluidos y su dirección (Perú Libre) para aprender de esa amarga lección y atreverse a luchar en las calles, para hacerse respetar a sí mismos y tomar del poder. La única forma de que Castillo se salve del golpe es dándole todo el poder al pueblo que debe reorganizarse en Perú Libre, para asegurar el cumplimiento de las promesas.
Eso no es todo, se debe abrir las escuelas políticas para llevar a cabo un trabajo apostólico en la educación política e ideológica. Como entonces, Perú Libre debe agitar y movilizar a las masas contra el golpe caviar-fujimorista y realizar las demandas postergadas de los marginados, y, si es necesario, cerrar el Congreso. Ya lo está haciendo con los plantones de la gente en la puerta del Congreso, lo que contribuyó a que los congresistas dieran su voto de confianza al gabinete ministerial de Aníbal Torres.
En caso de que Castillo continúe incumpliendo sus demandas, debe ser derrocado por los oprimidos con sus marchas y movilizaciones, luego tomar el poder e instaurar el gobierno del pueblo para el pueblo como lo hicieron Bolivia, Ecuador, Argentina, etc. Perú Libre tampoco debe abandonar sus propuestas de cambio. De lo contrario, podría terminar como el movimiento político de Verónica Mendoza: sin apoyo popular.
Ahora, la consigna de los excluidos debe ser ésta: ¡ni caviares ni fujimoristas, todo el poder para el pueblo! En Ecuador, Venezuela, Bolivia, ha sido el pueblo el que sacó presidentes y tomó el poder. En el Perú son siete los presidentes que están denunciados por corrupción, y de los cuales, son tres los que fueron sacados del gobierno no por el pueblo sino por la derecha. Ahora le toca al pueblo sacar presidentes y conquistar el poder en las calles.